Dios no puede derramar algo donde ya está todo lleno de otras cosas. Jesús lo dijo: "No se puede servir a dos señores", refiriéndose a Dios y al dinero. La pobreza, el desprendimiento de todo lo que nos ata y nos aleja de Dios, sea o no material, nos deja "vacíos". Vacíos para que Dios puede entrar plenamente en nuestro corazón. Las cosas deben ser siempre un medio, nunca un fin en sí mismas. Existe el peligro de olvidar que somos pecadores. Si vivimos inmersos en nuestros pecados, entre Cristo y yo se produce un vacío, cuando mi amor está dividido, nada puede llenar tal vacío. Hemos de sentir necesidad de hacer que la sangre de Cristo lave nuestros pecados. El mejor examen de conciencia es preguntarse al final del día: "¿Qué he hecho hoy con Jesús? ¿Qué he hecho hoy para Jesús? ¿Qué he hecho hoy como Jesús?” Bastará simplemente mirarnos las manos, pedirle perdón. Reconocer nuestros pecados fortalece el alma, pues un arrepentimiento sincero produce siempre humildad y la humildad es fuerza.
A muchos otros "LAPICES DE DIOS" diseminados por el mundo, anónimos servidores de Dios que como Santa Teresa de Calcuta nos enseñan a imitar el Espíritu de Jesús. Dedico este espacio al Padre Osvaldo Ramirez, sacerdote escolapio, que me enseñó -en medio de mis cruces- que podemos ser "amigos de la Cruz" sirviendo a Dios, pues no hay privilegio mas hermoso para un verdadero cristiano. No solo basta decir:-"Yo Creo", mas bien hay que demostrarlo en los valores de la caridad, el servicio, la oración, la confianza y la misericordia de Dios...
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