"Que cada accion nuestra sea una gotita de agua
en el inmenso mar de la Paz de Dios"
Para que una lámpara esté siempre encendida, no debemos de dejar de ponerle aceite. Darle a alguien todo su amor nunca es garantía de que te retribuyan ese amor, pero no esperes eso: sólo espera que el amor crezca en el corazón de la otra persona, pero si no crece, sé feliz porque creció en el tuyo. Hay cosas que te encantaría oír, que nunca escucharás de la persona que te gustaría que te las dijera, pero no seas tan sordo para no oírlas de aquel que las dice desde su corazón. No digas adiós si todavía quieres tratar. Nunca te des por vencido si sientes que puedes seguir luchando. Nunca le digas a una persona que ya no la amas, si no puedes dejarla ir. El amor llega a aquel que espera, aunque lo hayan decepcionado. A aquel que aun cree, aunque haya sido traicionado. A aquel que todavía necesita amar, aunque antes haya sido lastimado y aquel que tiene el coraje y la fe para reconstruir la confianza. Hemos de amar a Dios haciéndonos cargo de las ofensas que le hemos provocado.
Seamos fieles en las cosas pequeñas, porque ahí está nuestra fortaleza. Miremos el ejemplo de la lámpara que arde por pequeñas gotitas de aceite y sin embargo, da mucha luz. Las gotitas de aceite de nuestras lámparas son las cosas pequeñas que realizamos diariamente: la fidelidad, la puntualidad, las palabras bondadosas, las sonrisas, nuestra actitud amorosa hacia los demás. No hay nada que sea pequeño a los ojos de Dios y Él mismo se tomó la molestia de hacerlas para enseñarnos cómo actuar. Por eso se transformaron en infinitas. Las tentaciones las tenemos todos. Pero si Jesús es una realidad viviente en mi vida, entonces ya no tengo miedo. Somos pequeños instrumentos que en las manos de Dios pueden hacer milagros. Empieza transformando todo lo que haces en algo bello para Dios. Cuando recibimos aunque sólo sea una pequeña observación poco caritativa, o cuando nos sentimos víctimas de una falta de consideración, con qué facilidad nos olvidamos de que éste es justamente el momento de compartir con Él la ofensa y el sufrimiento! Recuerden que la Pasión de Cristo desemboca siempre en la alegría de la Resurrección, para que cuando sientan en su corazón los sufrimientos de Cristo, tengan bien presente que luego llegará la resurrección. Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que volvamos a Él y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control y podemos confiar plenamente en Él. "Ejercitense en el sufrimiento, porque cuando fijen su mirada en la cruz, verán que El Señor tiene inclinada la cabeza porque quiere besarlos y tiene los brazos abiertos porque quiere abarcarlos en un fuerte abrazo. Lo han comprendido, hermanos? Sufrimiento, dolor, humillación, son besos de Jesús. Acérquense tanto a Jesús en su Cruz, para que pueda besarlos..."
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